En un trabajo reciente, David Autor (MIT) y Anna Salomons (Universidad de Utrecht) se hacen esta pregunta. Y para responderla estudian la evidencia de las cuatro últimas décadas en 19 países desarrollados. Lo curioso es que según ellos el cambio tecnológico durante las últimas cuatro décadas no parece haber desplazado el empleo, pero sí la participación del factor trabajo en las rentas totales. Es decir, contra lo que se piensa no aumenta el paro, aumenta la desigualdad y los salarios precarios de gente que podría ser sustituida por máquinas.
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