Hacia las 9 de la mañana del 12 de agosto de 2000, el capitán Gennady Petrovich Lyachin, comandante del submarino nuclear ruso K-141 Kursk, dio la orden de disparar dos torpedos de salva. El sumergible participaba de los ejercicios militares rusos que se desarrollaban en el mar de Barents, en el norte de Europa. Lo que no sabía Lyachin es que esa orden desencadenaría una serie de sucesos desafortunados que dejarían 118 marinos rusos muertos, un escándalo internacional y el bautizo de fuego de un recién ascendido Vladimir Putin al poder en Rusia
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