El Kremlin, cada vez más desesperado por conseguir más potencia de fuego y con dificultades para fabricar nueva artillería y proyectiles, ha abierto depósitos de armas de los comienzos de la Guerra Fría y armas que quedaron obsoletas hace décadas. Y para armarlas, Rusia ha recurrido a un nuevo aliado: Corea del Norte.
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