En la casita del barrio de Corona, en Queens, ya ningún migrante teme contagiarse. El virus invadió todos esos cuerpos. El virus convirtió en cenizas a Nemesio y a Gabriel. Ya no hay miedo, pero sí luto. Por eso, toda la familia Méndez ahí rejuntada en la pequeña sala besará las urnas al final de la ceremonia. Botando lágrimas, se pasarán las reliquias uno a uno, las besarán, para que el otro las bese también, y luego se abrazarán entre todos. La pandemia ya no puede reducirlos más.
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