A finales de 2021, Nueva Zelanda anunció una pionera ley antitabaco, dirigida a crear una generación libre de humo y, con ello, a salvar miles de vidas. Tal fue la acogida, que otros países anunciaron que se unirían a ella. Sin embargo, ni siquiera ha dado tiempo a que la ley entre en vigor. El nuevo gobierno neozelandés ya la ha derogado, sin esconderse sobre los motivos para hacerlo: el dinero. La industria del tabaco aporta a Nueva Zelanda unos 2.000 millones de dólares en ingresos fiscales que el gobierno dejaría de recaudar.
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