Esta crónica podría comenzar hace casi 13 años en Pikaliovo, una pequeña ciudad de Leningrado cuya fábrica de aluminio y cemento paró su producción por la crisis económica, poniendo en peligro el trabajo de miles de empleos. Putin visitó la ciudad para calmar el estallido social y obligó a los dueños a acatar un contrato para restablecer el trabajo. Al magnate Oleg Deripaska le obligó a firmar ante las cámaras. El oligarca aguantó con estoicismo y en silencio: eran negocios. Pero ahora hay vidas en juego y es imposible callar.
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