Javier Cazares, cuya hija Jacky, de cuarto curso, falleció en el ataque, es uno de los que corrió hacía la escuela al saber de los disparos. Al llegar vio a los policías reunidos afuera del edificio. Decepcionado porque ahí no se movía nadie con la intención de liberar el colegio, sugirió que él iba a entrar, que no se esperaría impotente. “Apurémonos a entrar porque los policías no están haciendo lo que se supone que deberían hacer”, afirmó.
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