Hay muchas formas de ahorrar en gasto público. Para cumplir con la doctrina de la austeridad, la más rápida es la tijera, esa que metieron hasta tocar el hueso en los gastos sociales. Hay otras más lentas pero no por ello menos efectivas. El tiempo se puede convertir en el aliado perfecto de la disminución del gasto. El desempleo de larga duración y el recorte por ley de las prestaciones a partir del séptimo mes han ido tejiendo la ecuación perfecta para echar un cable al Gobierno con las cifras de déficit.
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