La atención está centrada en Europa, pero Xi Jinping tiene una cita clave en el otoño para perpetuarse en el poder. La invasión de Ucrania, que China elude condenar e incluso definir como tal, es una advertencia para esta isla independiente de facto, pero reclamada por el régimen del Partido Comunista desde el final de la guerra civil hace siete décadas. Animados por la osadía de Putin, los nacionalistas chinos más recalcitrantes y antioccidentales ya se frotan las manos en las redes sociales anunciando que la próxima en caer será Taiwán.
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