El joven británico residente en Zaragoza tuvo problemas con su propia masculinidad desde los 16 años. Por eso, cuando su compañero de piso le propuso un trato, él dijo que sí. Consideró que dejarse amputar el pene a cambio de 200 euros podría ser una buena idea. ¿Por qué no? Además, le prometió más dinero si el vídeo tenía muchos clicks. Su pene tenía un precio. En su cabeza, la castración no parecía mal negocio.
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