De la noche a la mañana, los barrios y pueblos se transforman y donde antes había una frutería, una panadería o un bar ahora ese mismo local, bajo o entresuelo acoge a un piso turístico. Una nueva versión del pelotazo asociado al ladrillo (y que tan malos recuerdos nos trae del pasado), asoma en el horizonte. De esta manera, la cultura del esfuerzo y del trabajo queda sustituida, una vez más, por la del humo y la especulación.
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