El mercado de trabajo, en contra de lo que diría la explicación estilizada de liberales entusiastas, dista mucho de ser perfectamente competitivo: el poder de negociación de empresarios y trabajadores no es simétrico. Esto hace que en el mundo real, los salarios sean casi siempre menores que lo que veríamos en un mercado perfectamente competitivo con un número infinito de empresas y trabajadores. La diferencia se traduce en mayores beneficios empresariales y trabajadores cabreados.
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