Curiosamente se han invertido los roles: Por un lado, se objeta que una persona pueda rechazar en su propia empresa la oferta laboral de una mujer embarazada o un anciano porque configuraría una “actitud discriminatoria” como si el titular no pudiera hacer lo que le de la gana, Incluso es lícito que alguien decida contratar solo a quienes midan más de uno ochenta. Por otro lado se imponen cuotas compulsivas en lugares de trabajo “para equilibrar los distintos componentes de la sociedad”, por ejemplo, de asiáticos, lesbianas, gordos y budistas
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