Cuando vamos al baño cerramos la puerta. No es porque estemos haciendo algo ilegal, sino por privacidad. No queremos que nadie vea qué hacemos. Con la tecnología, en cambio, no somos tan precavidos, dejamos puertas abiertas constantemente, dando tal cantidad de información sobre nosotros que ni somos conscientes. Los datos no caducan, no se pudren. Están ahí para siempre, inalterables. No podemos predecir los gobiernos que habrá en el futuro, tampoco podemos saber si algún día tendremos algo que esconder.
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