No imagino lo que se debe sentir cuando, después de intentar mantener un comportamiento ejemplar en tu vida, compruebas que la recompensa consiste en que te traten como un sinvergüenza y un especulador con publicidad y por medio del poder fáctico de nuestro país. No lo imagino porque yo no soy un ejemplo de nada, pero debe ser desesperante y deprimente. Que sean tan cobardes y mezquinos duele más que las propias políticas de expolio y depredación que están llevando a término los oligarcas que marcan el rumbo de este podrido país.
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