Priego me sabe a gloria. Priego me encanta como escenario de sosiego y paz, y aun como espacio de ataraxia y huerto epicúreo donde los seres humanos se reúnen en torno al amor sagrado de unas palabras incandescentes: el brasero dulce y amable de las palabras que renacen de sus cenizas, que vuelven a tomar vuelo y consistencia, que retoman nuevo significado tras su significante revulsivo: la creación (reconstrucción) de un nuevo mundo a través de la palabra aún no gastada ni malgastada. La palabra como sanación. Mañana no faltes
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