He escuchado muchas veces al profesor Francisco Burillo, presidente de la asociación Serranía Celtibérica, decir que el problema de la despoblación tiene arreglo, que no es irreversible, que aún hay salida aunque ésta sea difícil y costosa. Sus palabras son siempre una ducha de rigor y optimismo, pero lo cierto es que los datos alimentan nuestra desesperanza. El interior de España se muere, aunque en este trance convendría evitar el dramatismo y las simplezas.
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