No era la primera vez que los gazatíes desplazados que acampaban en el recinto del Hospital de los Mártires de al-Aqsa se despertaban con ataques israelíes contra el lugar donde intentaban ponerse a salvo. Pero el del lunes eclipsó cualquiera de los que habían sobrevivido antes: llamas que saltaban de tienda en tienda, gritos de agonía y cuerpos tan carbonizados que resultaban irreconocibles. “Es como vivir dentro de una pesadilla recurrente. Cada vez que dormimos, nos despertamos con la misma imagen de tiendas incendiadas y gente gritando”.
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