Estamos rodeados de solitarios. Solo hay que fijarse en el comensal que, a diario, come sin compañía, en los turistas que se van de vacaciones en completa soledad, en quienes añoran la cola del supermercado para entablar una conversación. A veces el solitario es uno mismo, cuando desborda un estado emocional "que podría relacionarse con nostalgia, melancolía, morriña, añoranza, desamparo, abandono, sensación de fracaso y tristeza de forma más genérica", según la definición del psicólogo, psicoterapeuta e investigador Marc Ruiz.
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