Por un lado hay mujeres en la Policía que mantienen relaciones sexuales con delincuentes peligrosos. Y por otro, hay agentes de Policía de origen extranjero que ceden a las presiones de familiares criminales, en familias donde lo colectivo es más importante que lo individual. Los delincuentes de pandillas también aprovechan la vulnerabilidad de los agentes, ya sea por deudas de juego o dependencia de las drogas.
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