De un tiempo a esta parte –desde la desaparición de ETA para ser más precisos– la amplia gama de tipos de terrorismo que han aparecido en España se ha convertido en una riqueza más del país, como el vino o los quesos. Tenemos formas de terrorismo tan originales que asombran al mundo. A quemar un contenedor en Francia, a hacer explotar un artefacto durante una manifestación, se le llama –menudos paletos están hechos– protesta de los “chalecos amarillos”.
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