Ricardo cuenta que tiene tres trabajos. Salta de uno a otro a lo largo del día, a veces casi sin pausa para comer. Quizá un bocadillo a la carrera. “Es lo que tiene la precariedad”, comenta tranquilo. Ricardo, que no se llama así, es uno de los 19 mediadores culturales del madrileño Museo Reina Sofía que el viernes 16 de frebrero recibió la noticia de que, a fin de mes, se iba a la calle. Así, de repente. Ricardo, como el resto del servicio de Mediación Cultural en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), depende de la empresa Se
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