El problema de cualquier reforma es que siempre genera ganadores y perdedores. Incluso aunque a largo y medio plazo su beneficio social sea muy evidente. Al hablar de reformas, existen dos opciones. Una es tratar a los ciudadanos como adultos, explicando desde el principio el objetivo perseguido y los instrumentos que se contemplan, exponiendo sus efectos redistributivos y cómo se van a instrumentar medidas para evitar el impacto sobre los más desfavorecidos. Otra, tratarlos como a niños y sostener que las medidas no van a perjudicar a nadie.
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