Como ritual social que es, el cumple ha ido experimentando transformaciones con el tiempo. Así pasamos de llevar un paquete de sugus a clase e invitar a cuatro amigas a sándwiches de fuagrás, a complicados códigos de reciprocidad y puesta en escena que están pidiendo a gritos un antropólogo que los haga su objeto de estudio. Y tú que llevas 15 años sin organizar tu propio cumple, tú que siempre renegaste de la música infantil y las princesas Disney, te acabas encontrando llamando a la piscina de bolas a la desesperada.
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