Entraron a su establecimiento, un anticuario en el que se compra además oro y plata, a cara descubierta y apenas le dio tiempo darles las buenas tardes cuando uno de ellos le roció la cara con un spray de gas pimienta. «Eran las seis de la tarde y estaba a punto de cerrar para ir a comprar tabaco e ingresar un dinero cobrado. Me enchufaron con el gas pimienta y ya no pude ver nada», explica el propio Antonio, que pese a todo echó mano de coraje y la emprendió a golpes con sus asaltantes
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