El presidente se aferra al poder por dos razones: porque le gusta y porque teme que si lo pierde, la justicia vendrá a por él. Se acercan elecciones y hará todo lo posible para no perderlas. Incitará al núcleo duro de sus fieles y se abrazará a la bandera. Batirá tambores de guerra contra enemigos externos o internos, imaginarios o reales. Se teme que si pierde las elecciones se negará a aceptar el resultado. Llegado a ese extremo, la cuestión será: ¿de qué lado están los militares?
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