Cada vez son más las personas que se resisten a ver su portal lleno de maletas, convertido en algo parecido a una recepción de un hotel, a compartir las zonas comunes con personas desconocidas, a convertirse en extraños para aquellos con quienes se cruzan diariamente. La pérdida de valor residencial y el vaciamiento de nuestros centros históricos es un proceso que directamente MATA la ciudad, forzando a los residentes a un éxodo involuntario. Nadie puede criar a sus hijos en un hotel.
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