No podría contar las veces que llegué a las manos con mis compañeros de clase –siempre niños, y eso que eran minoría- en EGB, que fueron unas cuantas. Éramos así de salvajes. Curiosamente, no leí estas agresiones físicas como causadas por motivos de género; de hecho pensé que de alguna manera estos niños me veían como una igual si se atrevían a ponerme la mano encima. Igual sí, igual no, aún no lo sé decir. Pero con los años sí puedo recordar algunos episodios que se pueden contar que me pasaron por ser haber nacido mujer.
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