Frente a la simpatía que atribuimos automáticamente a los perros, al menos a un buen número de razas comunes, los gatos son popularmente tildados de imprevisibles, independientes, distantes y egoístas. Ahora bien, si uno recela al acercarse a un gato temiendo que le saque las uñas o le pegue un bufido, puede seguir el consejo que un equipo de psicólogos de las británicas universidades de Sussex y Portsmouth acaba de publicar en la prestigiosa revista «Nature Scientific Reports»: solo tiene que entornar los ojos.
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