Los toques de queda y las restricciones de horarios impuestos por la pandemia han «desnocturnizado» el país. Algo similar sucedió en varias ocasiones, cuando leyes y ordenanzas quisieron «abolir la noche». Su objetivo no era otro que acabar con los cafés cantantes, los locales en que el flamenco arrasaba y cuya tradición se remontaba mucho tiempo atrás. Antros de jaranas y noche sin fin, a veces tumultuosos. Si el cambio de siglo fue la primera ocasión en que se puso en práctica, algo similar volvería a pasar en la inmediata posguerra.
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