Queridos muchachos y muchachas: me duelen los ojos de veros envueltos en banderas nacionales. Os he visto por televisión en Barcelona arropados con la estelada; os he visto por las calles de Sevilla con la roja y gualda. Creéis que os sientan bien y transitáis despreocupados, alegres, sosteniendo unos y otros con un nudo al cuello el patriótico atuendo. Os recuerdo por si no estuvisteis atentos en clase que, de la misma manera, una juventud alegre y orgullosa de serlo, la giovinezza, fue el motor de los movimientos fascistas en la Europa
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