“¿Qué prefieres? ¿Irte a casa o quedarte en la columna?”. Estas palabras del Buenaventura Durruti a Jesús Arnal en Bujaraloz (Zaragoza) iniciaron en el verano de 1936 una de las historias más paradójicas de la guerra civil: la del cura que, tras salvar el pellejo por aclamación de los libertarios de su pueblo –Candasnos- en un juicio popular se convirtió en protegido y hombre de confianza del líder anarquista, además de pasar a ser el responsable de la intendencia de sus tropas.
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