El hecho de que haya tantas publicaciones sobre experimentos hechos en ratones implica una gran suposición: la idea de que el animal de estudio y el ser humano se comportan de igual manera frente a determinada enfermedad. De más está decir que no hay que ser un genio para darse cuenta de que un ratón no es un ser humano, un perro no es un ser humano, ni siquiera un mono. A simple vista, parece un salto de lógica enorme creer que podemos extrapolar los resultados obtenidos en un ratón a un ser humano.
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