"Las mismas mujeres que observaban una actitud convenientemente recatada en el círculo familiar podían, covertidas en cigarreras de la real fábrica de tabaco de Sevilla, escotadas a causa del calor, o en las bancas de un lavadero, desfogar su ingenio desmintiendo cualquier papel de mojigata. De hecho, tan descaradas llegaron a mostrarse estas últimas que un decreto fechado en 1790 les prohibió interpelar a los hombres que pasaban por su vera, blanco predilecto de todo tipo de chascarrillos escandalosos".
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