A principios de los años ochenta del pasado siglo, Flick era el símbolo de la corrupción política en Europa. Entre 1969 y 1980 había financiado a los partidos políticos alemanes de todos los colores con un total de 1.300 millones de euros. El gerente de su consorcio, Eberhard von Brauchitsch, lo llamaba cínicamente el “cuidado del paisaje político”. Aunque entonces no formaba parte de la Unión Europea, aquel “paisaje” incluía a España y, más concretamente, al PSOE.
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