No siempre el primer hijo de un rey está destinado a ser su legítimo heredero. En la Alta Edad Media ser mujer o hembra , como parece que más les gustaba referirse entonces al sexo femenino, era análogo a engendrar hijos y a mantenerse siempre en un perpetúo segundo lugar tras el hombre. Uno de estos casos, ya célebre, fue el de la infanta Urraca. Pese a tal destino, y aunque no ocupó el trono que en nuestros días por derecho le habría pertenecido, reinaría en muchos de los corazones de los que la conocieron.
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