En la jornada del 10 de julio de 1923 en la capital del Ebro se sucedieron un temblor de tierra, un ciclón y varias tormentas.A eso de las seis de la madrugada, se produjo el temblor de tierra.Una vez pasado este susto, a las dos de la tarde, un ciclón arrancó de cuajo numerosos árboles y derribó chimeneas de industrias.Lo peor, sin embargo, aún estaba por llegar: fueron siete horas de tormentas que “entablaban diálogos” y que dejaron víctimas mortales, aunque estas nunca se llegaron a cuantificar.
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