El corazón del Imperio hitita –llamado comúnmente País de Hatti– estaba situado en el recodo del río Kizil Irmak, donde se hallaba la capital Hattusa. Construida lenta y progresivamente a los largo de cientos de años, encima de un rocoso promontorio entre dos escarpados desfiladeros, y en sus últimas edificaciones, circundada por muros dobles coronados de almenas de madera y ladrillo con ventanas y torretas almenadas para los arqueros. Era una ciudadela de roca totalmente infranqueable e inexpugnable para cualquier enemigo o atacante.
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