Para amar el mundo del ajedrez no se necesita saber mover las piezas. He pensado esto desde que no sabía jugar al ajedrez pero hojeaba los libros y revistas de mi padre; me saltaba las partes técnicas, como las transcripciones de partidas o las explicaciones teóricas, pero leía con delectación crónicas de torneos repletas de anécdotas o descripciones psicológicas de jugadores... Relacionada:
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