Al analizar los resultados, Forgas encontró que cuando los participantes estaban enfadados se mantenían más atentos, cometían menos errores, mostraban un pensamiento más reflexivo y desarrollaban una mayor capacidad para fijar los hechos. Asimismo, quienes se enfadaban más tomaban mejores decisiones, eran más incrédulos y afrontaban las situaciones complicadas de forma más asertiva, en comparación con quienes lograban regular sus emociones negativas y se mantenían siempre optimistas.
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