Hemos empezado a tener esperanza, a sustituir la indefensión por la indignación. Estamos cada vez más enfadados y eso nos hace ser cada vez menos pasivos. Hemos dejado de sentir envidia del “listillo” triunfador porque ahora nos damos cuenta de que somos sus víctimas. Ya no lo vemos como a un ejemplo de adaptación a una sociedad corrupta: lo percibimos como el creador de la putrefacción
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