Corre el verano del año 133 a.C. Sucios, vestidos con harapos, malolientes y con una mirada en la que conviven el odio, el agotamiento y los remordimientos por haber devorado a sus muertos, los numantinos entregan la ciudad al general romano Publio Cornelio Escipión. Así describe la escena Apiano, que toma la información de Polibio, amigo de Escipión y testigo del acto final de una guerra que había estallado veinte años atrás.
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