Para empezar, no hagas caso del título del artículo. Jamás digas que eres profesor: has de decir que eres educador. Y ni se te ocurra andar por ahí contando que tú enseñas. Eso es una muestra de prepotencia intolerable. Lo que debes hacer es ponderar lo mucho que tú aprendes de tus alumnos cada día, lo gratificante de tu labor cuando la llevas a cabo cooperativamente, sin imposiciones. Oculta cuidadosamente los años de estudio que te has comido, las horas y horas de mesa y libros, los meses desesperantes de oposiciones…
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