Es el llamado reflejo de buceo o de inmersión, una suerte de nexo común —aunque debilitado— que mantenemos con otros mamíferos marinos como las focas o los delfines. O con aves como los pingüinos. Un recuerdo del origen de la vida en los océanos. Una reacción que permite aguantar más tiempo del teórico bajo el agua, que trata de protegernos del ahogamiento.
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