"Me gustaría en principio trazar una línea de separación entre este patrimonio colectivo en ruinas, en el que apenas se invierte nada de los dineros públicos (para empezar, comprándolos o expropiándolos), y ese otro patrimonio también histórico pero de propiedad eclesiástica al que van a parar la mayor parte de los dineros públicos destinados a conservación del patrimonio y cuya propiedad, uso y disfrute está siempre en manos de la institución religiosa que los detenta"
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