Cuando criticamos formas de habla que se alejan del canon lo que estamos perpetuando es el desprecio por aquellas formas lingüísticas que han sido marginadas y ridiculizadas por motivos que tienen mucho que ver con el poder y muy poco con la lengua. Decirse amante de la lengua es incompatible con despreciar toda forma de habla que no obedezca la norma y no podemos confundir la fijación con la observancia de la norma con amor por el idioma.
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