"La pesadilla comenzaba a los pocos segundos de entrar en el vestíbulo… El olor a orina, cerveza y sudor rancio emergía de entre las sombras, las luces habían vuelto a ser destrozadas y el pasillo, destruido, estaba totalmente a oscuras. El silencio reinante no significaba que no hubiese nadie allí. Caminar era escuchar botellas rotas y jeringuillas crujir bajo tus pies. Con suerte, uno de los tres ascensores de la torre podía no estar estropeado. Graffiti fresco, condones usados o un vagabundo desmayado era lo que solía esperar en su interior"
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