La ficción sistematizada resulta más susceptible al análisis, y quizá por eso la obra de Violeta Niebla (Málaga, 1981) resulte misteriosa de una manera tan sorprendentemente pedestre: su agitación procede de lo poético pero también de su propio entorno, de las cosas que toca y ve y recuerda. De esta manera, ambas cuestiones se diluyen y la poesía se encuentra atravesada por el flujo inestable de las cosas que cambian, de las cosas que pertenecen a un contexto sociocultural siempre mudable.
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