Debo reconocer que este verano se me ha ido la mano con tanta barbacoa, sardinada, calderada y demás eventos lúdico-gastronómicos, por lo que no me puedo extrañar de que mi estómago esté hecho unos zorros. Para intentar poner remedio a mis continuas visitas al cuarto de baño mi parienta, con más mala leche que preocupación por mi flora intestinal, me ha llenado el frigorífico de Activias.
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