Todos esperaban que él, un candidato extraordinariamente mejor preparado que su rival, y que venía de la mano de ser el vicepresidente de uno de los mandatos mejor valorados por los votantes acabara ganando. Pero Al Gore perdió. Lo hizo por apenas un puñado de sospechosos votos dudosos en el Estado donde gobernaba el hermano de su rival. Pero perdió. Uno de los varios motivos que dan los expertos en la materia fue la malísima gestión que hizo Gore de los debates.
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